Una empleada del McDonald’s en Washington es llamada a la oficina por su jefa. Ésta le dice que al teléfono hay un oficial de policía quejándose de que la empleada le robó la cartera. Dicho individuo convence a la jefa de que desnude a la chica para registrarla, ponga a su prometido (el de la jefa) a vigilar a la empleada para no dejarla sola, convence a éste para que le haga saltar (por si con las sacudidas cae algo que haya robado), etc. Horas después, un limpiador de 53 años es llamado para relevar al novio de la jefa y se niega a cumplir, sorprendido por la petición del supuesto policía de quitarle el mandil (lo único que llevaba encima desde que apareció el prometido) para registrarla totalmente desnuda.
Tras una llamada a la policía, se descubre que el del teléfono era un farsante que llevaba una década haciendo ese tipo de bromas. Y no era la primera vez que picaban… de hecho antes logró convencer a otro jefe de personal de llegar hasta una inspección de cavidades.
La poca dignidad de los individuos capaces de vejar de manera semejante a sus empleados con tal de evitar un hipotético problema legal sólo es comparable a su inmensa credulidad (nunca se molestaron en confirmar que realmente hablaban con un policía). Aunque se le pueden dar muchas vueltas a la mayoría de personajes de esta historia.
La noticia completa, en inglés.
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