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7/03/2004

Como el que corta jamón

Hoy he ido a visitar a Emilio al hospital, con Jesús.

Emilio tuvo un accidente de moto hace 15 días que le ha costado una fractura triple en la pierna izquierda, con 6 meses de hospital y a saber qué más. La culpa no fue de él, la mujer que iba delante giró a la derecha de improviso, sin intermitente, y llevándose por delante su moto (si hay algún listillo leyendo ésto, tres seguros diferentes le han dado ya la razón). Por estas cosas no me gusta ir en moto. Será muy bonito ir con el viento en la cara, pero prefiero abrir la ventanilla a ir en un vehículo tan frágil en mitad del tráfico de Almería (lleno de todo menos conductores prudentes).

Me enteré esta misma semana, así que decidí ir con Ramón a verle hoy. Pero digamos que por complicaciones a la hora de quedar con Ramón decidí coger el AX y avisar a Jesús para que se viniese.
Ir de acompañante cuando conduzco intentando orientarme debe ser parecido a lo que se siente cuando vas en una montaña rusa. Crees que vas a hacer un looping y de repente estás metido en un sacacorchos. Para hacer lo largo breve, tras tres indicaciones de Jesús de por dónde debería ir para ir a Torrecárdenas, acabé tomando las tres mal. Por suerte llegamos, aunque no por el camino más largo (no se puede decir que me perdiese).

En la entrada al hospital nos dijeron que para hacer una visita necesitábamos tarjeta de visitante. Así que tuve que llamar a Ramón para que me diese el móvil de Emilio, y éste pudiese decirle a su madre que bajase a recepción con su tarjeta, y dos más de visitante. Cada una con un código de barras que la recepcionista leía con un ordenador que daba avisos de “no se registró la salida” (probablemente de otro par de visitas anteriores). Un sistema demasiado engorroso para una simple visita a un hospital. Espero que no lo usen para realizar estadísticas de popularidad viendo el número de visitas que recibe cada paciente.
Durante toda la visita estuve tenso. Seguro que Emilio lo notó. Digamos que una fractura de las que incluyen desgarro de músculos por astillas de hueso me ponen malo sólo de pensarlo. Y era difícil quitarse de encima el pensamiento con los tornillos visibles a través de las vendas de su pierna.

Sabía que la fractura había sido fea, pero no me esperaba lo que me contó. Al principio no podían cerrar la herida porque había músculo muerto y posibilidad de gangrena, así que le hacían transfusiones de sangre sin que parase de fluir por la herida (siendo él donante, está convencido de que toda la sangre que donó ha pasado otra vez por sus venas). Luego le quitaban capas de músculo, “como cortar jamón”, así lo describió. Ahora, ya vendado, cada día le hacen una limpieza superficial. Y una vez a la semana limpieza en profundidad, que requiere quirófano.

Ya lleva unas 10 horas de operaciones, y después lo mandarán a Granada porque aquí no cuentan con cirugía plástica. De paso nos preguntó si debería aprovechar y aumentarse las tetas, ponerse un tercer pezón o arreglarse la nariz. Jesús y yo coincidimos en que primero debería afeitarse el pecho, aunque la idea del tercer pezón nos gustó.

Por lo que le han dicho los médicos, es muy posible que se recupere sin secuelas (supongo que es un eufemismo para “cojera”). Esperemos que no se equivoquen.
Nos fuimos cuando llegó un peluquero para cortarle el pelo. Emilio lo llamaba “el verdugo”, y es que iba a matar una melena que parecía perenne en él. Pero pasar todos los días de verano con la cabeza en una gran almohada da demasiado calor para encimar añadir una capa de pelo.

A la hora de salir del hospital me equivoqué de salida y me metí en un sitio que debía ser la lavandería, maquinaria de aire acondicionado o las calderas. Por suerte encontré la salida, entre carcajadas de Jesús. Y mucho más se reirá mientras sea yo el que tiene el carnet de conducir y él el que depende de mí para ir en coche. Je.

P.D.: Emilio tenía sobre su cama un papel con la misma frase que tiene la lápida de Groucho Marx. Impagable.

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